Auto sacramental

Ya en el s. XII empieza la devoción al Santísimo Sacramento. La teología se interesa por la naturaleza humana de Cristo y su relación con la divina, y por los misterios de su vida, y surgen estudios en torno a la noción de pecado, el significado de la cruz, la existencia del juicio final y el misterio de la redención. Así es como Santo Tomás de Aquino integra la devoción del Corpus Christi a las fiestas de la Iglesia, creando una liturgia abundante para las vísperas, completas, horas, procesión y misa, con una octava de la fiesta. A partir del s. XIII se desarrollaron varias modalidades de devoción popular: adoración del Nacimiento, procesión de Ramos, Vía Crucis, fiestas de la Resurrección, Ascensión y Pentecostés. A partir de 1264 se instituye, con liturgia de Santo Tomás de Aquino, una celebración especial del Corpus Christi fijada en el jueves después del domingo de la Trinidad. En aquel siglo ya la Asunción es fiesta principal de las dedicadas a la Virgen, que se desarrollan en torno a los demás misterios del rosario, con menos éxito dramático desde luego que el de la Asunción, aunque en los ss. XVI y XVII se acude a episodios de la vida de María para argumentos de autos. Algunos autores, en la fase más desarrollada de los autos sacramentales del Corpus, ya en el s. XVII, se aprovecharán de las partes más destacadas y conocidas de la liturgia (Pange lingua, Tantum ergo) o también de los versículos del introito de la misa: “Cibavit eos ex adipe frumenti. Alleluia, et de petra, melle saturavit eos” (por ejemplo, en El colmenero divino de Tirso de Molina o en El diablo mundo de Calderón). Las primitivas fiestas del Corpus no han dejado rastro de representación de auto religioso en su celebración, cuando en Inglaterra ya a finales del s. XIV existían los pageants, en carros móviles, para desarrollar luego ciclos de obras en torno a la pasión de Cristo y al destino del hombre.